Muchas gracias
a todos los que me habéis felicitado en mi 60 aniversario. Parecía que no iba a
llegar este momento, sin embargo, el viaje de este “babyboomer” sigue adelante cargando
sobre mis espaldas seis décadas de vida cuyo peso se empieza a sentir pero que,
gracias a dios, llevo de una manera bastante más digna de lo que hace años
podía prever. Y no me refiero solo al peso físico, que sigue siendo ligero, sino
también a ese otro que día a día va dejando un poso invisible pero tenaz que te
hace ser más consecuente, menos intrépido y apreciar esos valores que antes
pasaban casi desapercibidos.
Se trata casi de una obligación, una vez
alcanzada la versión 6.0, eso de echar la vista atrás y hacer una especie de
balance para seguir adelante con la vista despejada y plantear algunas cosas a
futuro. Puedo comprobar cómo la vida me llevando por paisajes humanos, sociales
y naturales que ni siquiera sospechaba. Algunos quiero llevarlos para siempre
en mi corazón y otros ha habido que dejarlos en el camino por perniciosos,
inconvenientes o simplemente vacíos. Llegado también a este punto, y visto
desde la distancia, el perdón y el olvido es una potente medicina contra la
amargura. También el agradecimiento, la sonrisa y un punto de humor o ironía son
necesarios para seguir adelante con la conciencia despejada y la mente abierta
para alcanzar la plenitud. Una nueva etapa se abre ante mí y no deseo otra cosa
que aprovecharla al máximo con la asistencia y compañía de mi familia, mis
buenos amigos y todos cuantos queráis compartir conmigo momentos de dicha.
Dicen que la felicidad está hecha de esas pequeñas cosas que a veces pasamos
por alto: la buena música (esa de nuestra juventud ochentera, claro), una
lectura edificante tras un cristal en días de lluvia, un agradable paseo al
sol, la compañía de uno mismo para reflexionar de vez en cuando y otras veces una
buena conversación con un amigo degustando un buen vino, también ese viaje que me debía a mí mismo hace tiempo o el regreso
de a esos momentos de felicidad mediante un ejercicio de introspección.
He trabajado
lo mejor que he sabido y podido, he viajado, he estudiado, he formado mi propio
hogar, he escrito mis ideas y han pasado por mi vida infinidad de amigos y
compañeros, unos que permanecen a mi lado y otros han quedado por el camino,
pero todos han sido de una u otra forma, importantes para mí. Os llevo a todos
en el corazón.
Por eso os
agradezco a todos vuestras felicitaciones y espero que, dentro de un año,
sigamos aquí sin faltar ninguno, con una sonrisa sincera y la mejor de las intenciones.
Gracias a
todos.
«Lo mejor de envejecer es que te vuelves más suave. Las cosas no son tan
blancas ni tan negras y te vuelves mucho más tolerante. Puedes ver lo bueno en
las cosas mucho más fácilmente, en lugar de enfurecerte como solías hacer
cuando eras joven».
Maeve Binchy.