Esta
novela es mi jugada más arriesgada hasta la fecha: 370 páginas de emociones
crudas, personajes que te sacuden y un tablero de ajedrez donde cada movimiento
cuenta. Os haré un adelanto de quiénes son los jugadores, qué hay en juego,
cómo he construido esta historia y por qué no vais a poder soltarla. Pero
tranquilos, no os desvelaré el jaque mate final; os dejaré con esa incertidumbre
que os hará correr a por el libro. ¿Listos para mover ficha? ¡Vamos allá!
José: el peón que no se rinde
Empecemos por el corazón de la novela: José, nuestro protagonista. Imaginaos a
un tipo que fuma como si no hubiera mañana, que se obsesiona con las haches
intercaladas (sí, esas letras que no suenan pero que él adora) y que vive
atrapado en su propia cabeza. José es un genio del ajedrez online, donde juega
sus partidas bajo el seudónimo de “Lasko”, pero en la vida real es un caos
andante. Odia a su cuñado Juanma con una pasión que roza lo cómico, está
enamorado de su prima Sonia de una forma que duele, y su hermana Ana es el
único faro que lo mantiene a flote. José es ese antihéroe que te cae mal al
principio, pero que acaba conquistándote porque, en el fondo, todos hemos sido
un poco peón alguna vez, luchando por llegar al otro lado del tablero, a esa
octava casilla para poder transformarse y triunfar.
Pero José no juega solo. Ana, su hermana, es pura
bondad, una reina que protege posiciones con un amor inquebrantable. Juanma, el
cuñado, es el típico “pijo” que “siempre sabe lo que hay que hacer” y que
despierta en José unas ganas locas de… digamos, ajustar cuentas. Sonia, la
prima, es un recuerdo de infancia y un deseo imposible que lo atormenta. Luego
están personajes como Ángela, un ángel misterioso, el chino Yuan, que parece
sacado de una película de Tarantino, o el notario pomposo que pone el tablero
patas arriba. Cada uno es una pieza con su propia estrategia, y sus emociones
—rencor, deseo, esperanza— chocan como en una partida a vida o muerte.
La trama: un gambito con trampa
Todo empieza con un funeral. El “Viejo”, el padre de José, muere y deja una
herencia que es más un rompecabezas que un regalo. Para tocar el dinero, José
tiene que hacer lo impensable: encontrar un trabajo de verdad y mantenerlo un
año. ¡Un trabajo! Para un tipo que vive entre cigarrillos, partidas online y
pensamientos calientes, eso es como pedirle a un peón que derrote a un rey en
tres jugadas. Pero hay más: si José falla, la herencia se reparte de forma injusta
para ellos añadiendo a otro heredero misterioso. ¿Quién es? ¿Es real o un farol
del Viejo desde el más allá? Esa es la gran incógnita que nos mantendrá
enganchados.
La trama es una partida de ajedrez en sí misma:
cada capítulo es un movimiento, cada giro una jugada maestra. Hay tensión,
humor negro, momentos que te hacen querer gritarle a José: “¡Espabila,
coño!”. Pero también hay una exploración profunda de temas como el rencor,
que carcome a José como un veneno; el amor, que lo salva y lo condena; el sexo,
que es tanto deseo como obsesión; y la falta de comunicación, que convierte
cada relación en una jugada de jaque. Es una historia sobre los desengaños de
la vida, sobre cómo los demonios internos pueden llevarnos al borde del abismo…
o enseñarnos a luchar.
Forma y técnicas: construyendo el tablero
Escribir La Octava Casilla ha sido como jugar una partida contra mí
mismo. He usado una narración en primera persona para meteros en la cabeza de
José, con un estilo crudo, directo y lleno de imágenes que golpean: sombras
grotescas, hombres-babosa, ángeles con curvas. La estructura está inspirada en
el ajedrez: los capítulos cortos son como jugadas rápidas, y cada sección
avanza como una apertura, un medio juego y un final que… bueno, ya sabréis
cuando lleguéis. He jugado con el ritmo, alternando momentos de tensión con
otros de humor negro, y he usado el simbolismo del tablero para reflejar las
batallas internas de los personajes.Técnicamente, he tirado de recursos como el
monólogo interior y el flujo de conciencia, las conversaciones figuradas con él
mismo y otros personajes incómodos para mostrar los pensamientos retorcidos de
José, y he salpicado la novela con referencias al ajedrez que no son solo
decorativas: cada movimiento en el tablero tiene un eco en la vida de los
personajes. También he trabajado mucho el diálogo, que es afilado y realista,
como si estuvieras escuchando a tus colegas en un bar. Y sí, confieso que he
pasado horas puliendo cada frase para que tenga ese toque poético pero
callejero que hace que la novela sea tan adictiva.
Estilo: un jaque mate con personalidad
Si tuviera que definir el estilo de La Octava Casilla, diría que es como
una cerveza fría en un bar de barrio: refrescante, un poco amarga y con un
toque que te hace querer más. La voz de José es cínica, visceral y, a ratos,
hilarante. Mordaz y contundente, llama a las cosas por su nombre sin piedad. Es como si Bukowski se hubiera sentado a jugar al ajedrez con
Highsmith y hubieran invitado a Tarantino a tomar notas y la partida estuviese
comentada por Houellebecq. El lenguaje está lleno de metáforas potentes y de un
humor negro que te arranca una carcajada justo antes de darte un puñetazo en el
estómago. Pero también hay momentos de ternura, especialmente en la relación
entre José y su hermana Ana, con Sonia y también con Ángela, que es como un
ángel que asiste su mano en la partida.
El ajedrez no es solo un tema; es la columna
vertebral del estilo. Cada capítulo está estructurado como una jugada, y las
emociones de los personajes —ira, deseo, desesperación— se mueven como piezas
en el tablero. He querido que la novela sea accesible pero profunda, que te
enganche como una serie de Netflix pero te deje pensando como un buen libro de
filosofía. Y sí, ha sido un trabajo tremendo: cientos de horas de escritura,
revisión, correcciones y el estudio de las partidas de ajedrez o la psicología
de los jugadores para asegurarme de que cada detalle encajara.
Influencias: un tablero con ecos literarios
Como escritor, uno nunca juega solo. Mis influencias para La Octava Casilla
son como un equipo de grandes maestros que he leído y que me han inspirado.
Charles Bukowski está en el ADN de José, con esa mezcla de crudeza y poesía que
hace que ames y odies a un tiempo al protagonista. Patricia Highsmith me enseñó
a crear intriga psicológica, con personajes que ocultan más de lo que muestran.
Michael Houellebecq y su ironía sicalíptica de me influyo para crear ese escenario
de oscuridad y derrota en torno a José y Stefan Zweig, me inspiró sobre el
misterioso y dual Czentov, rival online de José, es un guiño directo al autor.
No olvidemos el toque de cine negro, con antihéroes que podrían salir en una
película de los Coen o de Tarantino, la derrota de Camús en “El extranjero” y
un realismo sucio que debe mucho a autores como Raymond Carver o John Fante.
Pero no os equivoquéis: esta novela es mía, con sabor a Zaragoza, a bares de
mala muerte y a noches de insomnio frente a un tablero virtual. Es un homenaje
a esos autores, pero también un grito propio.
Temas y emociones: el corazón del tablero
La Octava Casilla no es solo una historia; es un viaje emocional. Habla
del rencor, que en José es como un fuego que lo consume, especialmente
hacia Juanma. Habla del amor, que es salvación (Ana) y tormento (Sonia).
El sexo está presente como deseo crudo, a veces obsesivo, que refleja la
lucha interna de José. La falta de comunicación es un tema clave: José
no sabe expresar lo que siente, y eso lo aísla en su propio tablero. Los desengaños
atraviesan la novela, desde la muerte del Viejo hasta las traiciones que…
bueno, no os contaré más. Y, por supuesto, está el juego, no solo el
ajedrez, sino la vida misma, donde cada decisión es una jugada que puede
llevarte a la gloria o al desastre. Los personajes sienten de forma intensa: José
vive entre la rabia, la lujuria y una tristeza que no admite; Ana irradia
esperanza y sacrificio; Juanma destila arrogancia, pero también vulnerabilidad.
Cada uno lleva su carga emocional, y sus choques crean momentos que te hacen
reír, sufrir y, sobre todo, conectar.
La incógnita: ¿llegará José a la octava casilla?
No os voy a mentir: La Octava Casilla es una novela para valientes. No
es un cuento de hadas; es un viaje al lado oscuro del alma, pero con risas,
sorpresas y una humanidad que te cala hondo. ¿Conseguirá José superar sus
demonios y reclamar la herencia? ¿Quién es ese misterioso heredero que amenaza
con cambiarlo todo? ¿Y qué papel juega Czentov, el rival online que parece
saber demasiado? Estas preguntas son solo el comienzo. La verdadera magia está
en acompañar a José, ese peón insignificante, en su lucha por llegar a la
octava casilla.
Os invito a que os lancéis a esta partida. Coged
el libro, abridlo por la primera página y dejad que José os guíe por su mundo
retorcido. Pero ojo: una vez que empecéis, no hay vuelta atrás. Como en el
ajedrez, cada movimiento cuenta, y este libro os llevará hasta el borde del
tablero… y quién sabe qué más.
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