En un artículo que ha caído en mis manos he leído que Sócrates, el
filósofo griego de la antigüedad, afirmaba que "La juventud de hoy ama
el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y
chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los
mayores entran al cuarto.” En términos similares se expresaba también
Hesíodo e incluso el mismísimo Platón. Pues bien, si hacemos caso a estas
observaciones la humanidad habría colapsado hace tiempo, pero no ha sido así.
Recordemos que la juventud se cura con el paso de los años y que sus ímpetus
obedecen a ese impulso irrefrenable que todos hemos desarrollado durante esos
años que es canalizado por la energía y las hormonas.
Los de mi generación no hemos sido muy distintos a los muchachos
de los que hablaban los clásicos o a los de hoy en día, salvo por la diferencia
de oportunidades y libertad que hace treinta o cuarenta años nosotros
gozábamos. En aquel tiempo las parejas se formaban con poco más de veinte e
iniciábamos casi de inmediato un proyecto en común en donde ambos aportábamos
en función de nuestras posibilidades, lo cual facilitaba las cosas mucho más
que si hubiésemos intentado de forma individual como cada vez más a menudo viene
siendo la norma. Las opciones de encontrar empleos con remuneraciones acordes a
los esfuerzos laborales o formativos realizados eran mayores que ahora, aunque
que el esfuerzo a invertir seguía siendo el mismo, claro. Un servidor y la
mayoría de amigos y personas de mi entorno trabajábamos —incluso en varios
empleos a la vez— y estudiábamos al mismo tiempo sin dejar de salir por ahí,
hacer deporte y divertirnos. La vivienda, eso sí, era más asequible que a día
de hoy (aunque los intereses de las hipotecas eran mucho más elevados, en torno
a un 15%) y con poco más de veinte años estábamos en condiciones de marchar de
la casa paterna a iniciar una nueva vida. Tuvimos hijos que crecieron y se
formaron con la esperanza de repetir esta aventura, pero… algo está fallando.
Los jóvenes de hoy, que constituyen una generación mucho más
preparada que nunca, es una generación estafada por un sistema que se está
revelando fallido. Nuestros jóvenes están hartos de escuchar que España es el
país que más crece de Europa y que nuestra economía goza de una excelente salud
“de cohete” según nuestro abyecto presidente, pero se ven incapaces de afrontar
un proyecto de vida, mucho menos de formar una familia como hicimos nosotros y
de afrontar con ilusión un futuro medianamente prometedor. Se trata sin duda de
una generación perdida que va a tener muchas dificultades en salir adelante con
el panorama que se dibuja ante ellos. Por eso muchos de nuestros jóvenes, con
una excelente formación de muchos años, ven la oportunidad de marchar de esta
piel de toro a buscar oportunidades fuera. Según las estadísticas del INE más
de 400.000 personas han marchado de nuestro país, de los cuales la tercera
parte son menores de 35 años y con alta cualificación. A cambio, el flujo
migratorio que llega a nuestras costas es mucho mayor y de muy escasa calidad
formativa, con lo que salimos perdiendo en el cambio, pese a que nos venden que
vienen a pagarnos las pensiones.
No sé, creo que deberíamos preocuparnos, y mucho, por que las
cosas cambien y que entre todos podamos salir adelante haciendo ver a este
gobierno que está desangrando a un país a base de impuestos, corrupción y
concesiones graciosas a sus socios para seguir un día más al frente de un
proyecto de país cuyas bases se agrietan cada día y que nuestros jóvenes
acabarán pagando sin remedio.
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