Se
atribuye a Julio César la conocida máxima “divide et impera”, como habilidad militar y fundamento estratégico sobre el cual se
forjaría el imperio Romano. Pues bien, algo parecido sucede a día de hoy:
divide y vencerás. Esta estrategia, tan
antigua como efectiva era muy bien manejada por los Césares demostrando su
efectividad al atomizar a sus enemigos de tal forma que no pudiesen formar un
frente común contra Roma. Es sencillo: hacen que sus intereses sean diferentes
y así discrepan y litigan entre ellos si acordarse del verdadero enemigo (El Estado
Leviatán de Hobbes) que está muy por encima de ellos sin verlo en realidad.
Pues
bien, a día de hoy, en la Vieja Europa y en Occidente sucede algo así: han
creado con habilidad dicotomías ideológicas bien diseñadas por ese ente
invisible y superior que nos controla para que nos enfrentemos entre nosotros
sin remedio: izquierdas-derechas, fachas-progres, Barça-Madrid, ricos-pobres, capitalista-proletario,
nativos-inmigrantes, catalanes-charnegos, independentistas-no independentistas,
heteros-homos, hombre-mujer, machistas-feministas y otras muchas divisiones que
a todos se nos ocurren y que sería imposible enumerar con el único fin de que estemos
entretenidos entre nosotros y en nuestras disputas ideológicas tomando partido en
uno u otro bando.
Sin
embargo, todavía es posible llegar un poco más allá en esta división absurda y
falaz: feministas y más feministas en sus diversos grados e intensidades. Ayer
se celebró el manido “Día de la Mujer Trabajadora” que ha llegado a perder la
esencia noble que en sí mismo tenía como conmemoración de éxitos conseguidos en
temas de igualdad y derechos que no podían siquiera soñarse a mediados del
siglo pasado por nuestras madres y abuelas. Lo de esta edición ha sido un
despropósito, llegando a convocarse manifestaciones diferentes en las mismas
ciudades entre distintas facciones y grupos políticos que se suponían bajo las
mismas reivindicaciones con reproches, desaprobaciones y condenas mutuas
afeándose entre ellos sus respectivas acciones y doctrinas de las formas más
variopintas.
Pero,
al margen del poco o mucho acierto de unas y otras, de las proclamas de dudoso
gusto esgrimidas o de la incierta efectividad de los despliegues y esfuerzos de
una izquierda casposa y chabacana que se empeña en defender no se sabe muy bien
qué, se ha conseguido el objetivo que se perseguía —no por parte del feminismo,
sino de ese ente superior y leviatanesco—, que es distraer la atención durante unas
jornadas de lo esencial que es la precariedad social en la que estamos
envueltos, de la crisis a todos niveles que se avecina y de los chanchullos del
Gobierno y de sus allegados y mantenidos.
Nos
han dividido una vez más y, como no podía ser de otro modo, nos han vencido. Es
hora de despertar ¿No crees?
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