A lo largo de la historia ha existido una herramienta muy poderosa
para los gobiernos al objeto de ejercer el control social sobre la población. Esa
herramienta tan eficaz es la ignorancia. Para sofocar cualquier posible revuelta
no es necesaria recurrir a la violencia: basta con crear un condicionamiento
colectivo mediante la reducción y el nivel de calidad de la educación y un
discurso vehemente que favorezca al gobernante y que se propague a conveniencia.
Por ello, las políticas educativas se centran en el discurso
del Partido de turno que aprueba ley tras ley (LODE, LOGSE, LOE, LOMCE y LOMLOE
u otras que seguramente me deje) que responde a ciertos intereses acordes a su dogma
y pensamiento político más que a las necesidades educativas de la población. De
esta manera se consiguen jóvenes preparados técnicamente, pero incapaces de desarrollar
un pensamiento crítico o de idear algún tipo de alternativa al sistema que se
nos ha impuesto merced al adoctrinamiento que han bebido de esas normas. Además,
estas leyes imponen el currículo académico: cuantos aprobados o suspensos ha de
haber, en qué idioma y en qué porcentaje, cuántas matrículas o qué estudios han
de cursarse, tengan después aplicación práctica o no. Eso da igual. De ese modo
obtenemos una población instruida técnicamente (y de paso con un cierto sesgo ideológico),
aunque con escaso conocimiento académico, crítico y práctico.
Existen pruebas de todo esto. El reciente estudio TIMSS 2023
refleja un retroceso considerable en de matemáticas y ciencias con respecto a
otros países de la OCDE y de la UE en tales competencias (no entraré en
aburridas cifras, pero os invito a consultarlas). También el informe PISA
corroboró el retraso de nuestros jóvenes en lectura comprensora. Los asiáticos
nos ganan por goleada en casi todo.
La lectura es la base
de todo, la puerta de entrada al conocimiento y en base a ella se desarrolla el
pensamiento crítico y el gusto por la cultura en general.
Leer es una Actividad individual que requiere de
concentración e introspección para que luego podamos reflexionar sobre aquello
que hemos leído. Para asimilarlo y aplicarlo de alguna manera a nuestras vidas.
Vivimos en un tiempo en el que el acceso a la cultura es mayor que nunca.
Estamos a un click de la mayor fuente de conocimiento, pero también a otro de
un pozo de fracasos que es el entretenimiento banal que no aporta nada sino una
gran pérdida de tiempo (un bien que ya no se puede recuperar). Las fuentes de
entretenimiento en internet están diseñadas para tener a la población entretenida,
emocionalmente estimulada e intelectualmente distraída para trivializar
nuestras existencias. Lo que tiene un valor intrínseco y culturalmente elevado se
le ridiculiza y ataca. El meme y la descalificación han invadido incluso
aquellos espacios que antes estaban reservados al debate serio y constructivo o
para atacar a quien se atreva a mostrar un mínimo de criterio o interés por
algo más allá de esa ramplonería que impera por todas partes.
¿Tenemos escapatoria a todo esto? Tal vez sí. Por eso os
animo a leer más y asomarnos menos a esas pantallas que no son sino asesinas de
algo tan valioso como es el tiempo.
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